Notas al margen - Alberto Sala Mestres
15 de mayo de 2021
En plena madurez surgió un cambio inesperado en mi vida que me permitió regresar a Madrid, donde había transcurrido la primera etapa de mi juventud.
La década 1980-1990 tuvo una especial importancia en las relaciones internacionales de España, marcada por su entrada en la Comunidad Económica Europea en 1986. En el replanteamiento de una nueva política comunitaria europea, se pensó en la posibilidad de que algunos funcionarios internacionales españoles pudieran incorporarse a la Administración pública del país, homologando sus capacidades. Ese tímido intento no llegó a concretarse, pero permaneció una sensibilidad para acogerlos si las circunstancias, en cada caso, fueran favorables.
En esa época, por razones familiares, regresar a España era uno de mis objetivos, y las gestiones realizadas en la primavera de 1987 en la Organización Mundial del Turismo (UNWTO), organismo especializado de las Naciones Unidas con sede en Madrid, no dieron el resultado esperado. Otra opción, más incierta debido a su carácter nacional, era el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Para mi sorpresa, el Subsecretario del Ministerio, a quien le había enviado un breve mensaje, me recibió pocas semanas después en su despacho del Palacio de Santa Cruz, y le expliqué mi situación personal y expectativas. Con amabilidad e interés tomó unas notas y me indicó que me presentara en la Subdirección General de Personal de su parte para evaluar una posible incorporación. La gestión posterior fue más laboriosa, ya que había que encontrar un encaje entre mi situación administrativa y la normativa vigente. La solución planteada fue mi adscripción como personal eventual en el Gabinete del Ministro, lo que no me garantizaba una continuidad, pero nada se oponía a que una renovación de mi cargo se produjera en los cambios de titular del Departamento.
Con el nombramiento ya oficializado, y con fecha de posesión prevista para junio de 1987, regresé a Ginebra donde tramité mi renuncia como funcionario internacional de las Naciones Unidas. En mi grupo de amigos y compañeros de trabajo causó sorpresa mi decisión e incluso algunos me pronosticaron, en el mismo cóctel de despedida, un regreso a corto o medio plazo, circunstancia que nunca se produjo.
Recuerdo que José Manuel Paz Agüeras, Secretario General Técnico del Ministerio en esas fechas, con el que tuve una estrecha relación de trabajo en mis inicios, me indicó con su habitual sensatez que si realizaba una labor eficaz nunca me faltaría trabajo en esa casa. Su pronóstico fue profético, ya que durante veinticinco años mi nombramiento fue renovado hasta mi jubilación, por edad, a finales de 2012.
La principal labor que me encomendaron, y que realicé durante dos décadas, fue el análisis y actualización de la normativa interna, que sirve de referencia tanto en la Sede como en las Embajadas y Consulados de España. Aunque, en principio, el enunciado puede parecer que su contenido es monótono, requiere una comunicación frecuente con todos los responsables de las diferentes áreas de la Administración, y una aprobación de los cambios necesarios por el Subsecretario.
Esa labor de recopilación se completó con el manual Administración del Estado en el Exterior, Textos Normativos Básicos, un volumen de 1.187 páginas publicado en 1996, y las sucesivas ediciones actualizadas, con la experta colaboración de Juan Antonio París Alonso, del Manual del Registro Civil y Asuntos Notariales (496 págs.) publicadas en el período 1995-2012.
Surgieron también otras iniciativas y, entre ellas, conservo un grato recuerdo del proceso de planificación y funcionamiento del Gabinete Médico del Ministerio (1990-2000), con la dirección y orientación de su Director, Dr. José Edery Benchluch, y el decisivo impulso de Javier Jiménez Ugarte y Julio Núñez Montesinos, sucesivos Secretarios Generales Técnicos, así como la normativa referente al uniforme femenino de la Carrera Diplomática (1997) por iniciativa de Cristina Barrios Almanzor, Directora General de Protocolo, reuniéndose también la Normativa básica sobre Protocolo y Condecoraciones en un Manual (142 págs.), del que se publicaron cinco ediciones sucesivas en el período 1999-2012.
También fue una experiencia interesante la labor de asesoramiento (1991) que, junto a Aquilino González Hernando, realizamos in situ en los Ministerios de Relaciones Exteriores de Guatemala y Paraguay.
En el transcurso de mi dilatada carrera en el Ministerio de Asuntos Exteriores me han concedido los grados de Oficial de la Orden de Carlos III, Comendador de Número de la Orden de Isabel la Católica y Comendador de la Orden del Mérito Civil, distinciones que siempre he agradecido.
Tener la oportunidad de trabajar durante veinticinco años en el Palacio de Santa Cruz (ver imagen supra) es algo que tiene un especial significado por la historia que ha transcurrido entre sus muros. Se le considera como el edificio más importante del reinado (1621-1665) de Felipe IV (1605-1665). Construido por el arquitecto Juan Gómez de Mora en el período 1629-1636, fue destinado originalmente como Cárcel de Corte y Sala de Alcaldes de Casa y Corte o, expresado en términos más actuales, fue el Palacio de Justicia y el lugar donde se garantizaba la seguridad, el orden y el abastecimiento de la ciudad. El mismo arquitecto (1) había diseñado, unos años antes, los planos originales de la Plaza Mayor (inaugurada el 15 de mayo de 1620), y la Casa de la Villa (1629), último proyecto que no llegó a ver completado al fallecer en 1648.
La denominación de Palacio de Santa Cruz es relativamente reciente, y tiene su origen en 1939 en la redacción del periódico Informaciones (Madrid) cuando su Director, junto a un grupo de periodistas, buscaban un titular para una de las noticias de política internacional que se iba a publicar. Surgió el comentario del Director acerca de que la mayor parte de las sedes presidenciales o de las cancillerías (Ministerios de Asuntos Exteriores) extranjeras eran conocidas por un nombre específico que obviaba citarlas in extenso, como era el caso de la Casa Blanca, Downing Street y el Quai d'Orsay, mientras que solo el Ministerio de Asuntos Exteriores de España carecía de nombre propio.
Uno de los redactores, Félix Centeno, recogió la idea y tituló su noticia al día siguiente como "Hoy en el Palacio de Santa Cruz", denominación que adoptaron paulatinamente los periódicos españoles y extranjeros. Hay que que señalar que el Palacio de Santa Cruz se encuentra ubicado en la Plaza de la Provincia, contigua a la pequeña Plaza de Santa Cruz.
(1) En el actual número 6 de la Plaza de Oriente se encuentra ubicado el lugar donde el Arquitecto Real y Maestro Mayor de la Villa de Madrid, Juan Gómez de Mora, residió en el período 1614-1648.
Imagen @Gryffindor, 2008.
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Recuerdo aún ese cuadro -dibujo de despedida que databa del año 87. Ésta fue permanente y tan interesante fue lo que se fraguó en el Palacio de Santa Cruz, como todo lo que llevó consigo tu retorno a Madrid. Un fuerte abrazo!
ResponderEliminarQué suerte tuvo el Ministerio de Asuntos Exteriores de contar con tu ayuda, así como de otras personas, que como tú han sido de gran valía. A pesar de los cambios de Gobierno, continuase tu labor, eso sin duda lo demuestra. Dejar la zona de confort, y la oposición de funcionario de Naciones Unidas, que tanto esfuerzo y status significaba, en busca de un futuro profesional incierto, demuestra mucho valor por tu parte, y debe ser una gran satisfacción para ti y los que te rodean. De nuevo muchas gracias por tu artículo tan interesante. Un abrazo, María Jesús
ResponderEliminarMe encanta leer tu blog porque lo llenas de anécdotas, todas reales y oportunas
ResponderEliminarQué interesante Alberto. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarBuenos dias:
ResponderEliminarAmeno, claro y discreto como siempre.Cuanta añoranza de la casa viene con tu relato .
Un fuerte abrazo
Alfonso iñigo
Buenas tardes, qué interesante tu relato de ese periodo de tiempo en el que decidiste abandonarlo todo para empezar un nuevo e incierto camino. Gran valentía tuviste y confianza en que tus aportaciones; experiencia en las Naciones Unidas y amplios conocimientos serían de gran ayuda para el desarrollo de las gestiones gubernamentales de exteriores de este país. Gran labor, sin duda.
ResponderEliminarGracias por compartirlo. Me ha encantado!
Cristina Cao
Qué bueno tu artículo Alberto. Sabes que yo intenté en dos ocasiones entrar a trabajar en Asuntos Exteriores cuando estaba en Santa Cruz?. No lo conseguí y continué en el Estado Mayor hasta la jubilación.
ResponderEliminarExcelentes recuerdos, Alberto.
ResponderEliminarMuy buen trabajo realizado y magníficas experiencias tanto profesionales como personales.
Un abrazo
Tina de la Rocha - Gracias, Alberto, por deleitarnos de una forma tan clara e interesante recordando una época decisiva de tu vida.
ResponderEliminarFuimos compañeros de despacho en las Naciones Unidas (sede de Ginebra) allá por los años 1972/1974. Yo regresé a Madrid y el destino quiso que volviera a Ginebra, al contraer matrimonio en 2003, volviendo entonces a trabajar en la ONU durante ocho años y medio, época en la pudimos volver a vernos cuando visitabas a tus antiguos compañeros de las Naciones Unidas. Haberte conocido, Alberto, ha enriquecido mi vida. Un abrazo.
Buenos días, Alberto. Acabo de leer tus andanzas en Exteriores. Como siempre, con una rica redacción, lleno de anécdotas y sugerente. Felicitaciones.
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