Recientemente, y por sorpresa, se me ha caído un diente, el número 14 exactamente, que los odontólogos así numeran según un sistema universal, y he observado en el espejo el hueco que dejaba su ausencia. En realidad, solo pude ver una pequeña parte del diente original, sobre cuya base el Dr. Schmoker había realizado en Ginebra, hace décadas, una laboriosa reproducción de su homólogo ubicado al otro lado de la encía.
La odontología ha avanzado de forma vertiginosa en las últimas décadas y algunos de mis amigos septuagenarios tienen ahora una dentadura esplendorosa, diríamos como de publicidad en cualquier campaña de promoción de un dentífrico o elixir bucal. Así, incluso sin quererlo podemos observar, en ocasiones, el evidente contraste entre una acrisolada sonrisa y los surcos que, en su entorno, marcan sin remedio los años.
Por otra parte, los avances de la cirugía estética han progresado de tal manera que provocan el deseo de volver a vernos en el espejo tal y como fuimos en otras épocas de nuestra vida. Esa actitud del ser humano no es reciente. En el siglo XVI Juan Ponce de León (1465-1521) buscaba frenéticamente la fuente de la juventud (1), cuya ubicación habían señalado los aborígenes en un lugar denominado Bimini, en el archipiélago de las Bahamas, con la siguiente descripción "fuente que hacía rejuvenecer o tornar mancebos a los hombres viejos" (2). Ya en el siglo XX, Walt Disney (1901-1966) utilizaba en Blancanieves (1937) el reflejo de un espejo para reafirmar la primacía de la joven protagonista frente al declive progresivo de la malvada bruja.
El físico de un ser humano siempre puede ser bello si se añade a su percepción la edad, que es su balanza correspondiente. Niñez, adolescencia, juventud, madurez e incluso la senectud tienen una belleza propias. A su vez, parece evidente que el término “tercera edad” tendríamos que ampliarlo, añadiendo varias denominaciones anteriores para identificar así todas las etapas de la vida.
Pero también existe una belleza que no es visible y que se desarrolla con los años en nuestro interior, ayudándonos con sosiego a contemplar la paz del espíritu y la aceptación de ser tal y como somos. Esa es la fortaleza de la vejez.
Con el paso de los años, aprendemos a valorar que la mirada de los abuelos suele transmitir sosiego y sabiduría.
Nota: Ya tengo un diente nuevo y, por supuesto, me lo he mirado en el espejo.
(1) Algunos historiadores, entre ellos Peter Glum, indican que la fuente que figura en el panel central del tríptico El jardín de las delicias (Jerónimo Bosch “El Bosco” 1450-1516) que se exhibe en el Museo del Prado, es la fuente de la juventud, un motivo muy extendido en la pintura del siglo XVI.
(2) Juan Ponce de León, ficha biográfica, Real Academia de la Historia, Madrid.
(3) María Zambrano, Filosofía y Poesía, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1996, 119 págs. Texto citado en A modo de Prólogo, pág. 9.
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No he podido evitar sonreír tras la lectura de esta entrada, tan diferente a las que nos tienes acostumbrados. He pensado en la 'Historia de la belleza' de Umberto Eco, y en cómo las construcciones sociales y culturales esculpen lo que es bello. Si antiguamente la piel clara y el cuerpo 'rubensiano' era sinónimo de opulencia y, consecuentemente, de belleza, ahora llevamos al límite nuestros cuerpos para obtener un resultado opuesto.
ResponderEliminarLa belleza es física, y dentro de la física, están los matices indeterminados de cada uno. Es también química, la inexplicable, inexorable y definitiva.
La belleza es un diente, una dentadura entera...y, sobre todo, una sonrisa
Un refrescante y original artículo, que va cogiendo nivel línea a línea. Una nueva sorpresa, de agradable lectura.
ResponderEliminarestupendo articulo,,,,,,
ResponderEliminarEnorme habilidad, Alberto, para elevar la reflexión sobre un hecho, la caída de un diente -que tiene su importancia en determinadas circunstancias-, a la búsqueda de la belleza y su sentido en cualquier edad, valorando la interior y profunda que transmite sosiego y sabiduría.
ResponderEliminarBuenos dias Alberto
ResponderEliminarComo siempre, cristalino, agil y elegante.
Un fuerte abrazo
Alfonso g riera
Me encanta tu artículo, como siempre, y me ha hecho reírme de mis "patas de gallo".
ResponderEliminarMuy interesante leer como enfocas las cosas de la vida. Disfruto mucho tu manera de verla.
ResponderEliminarMagnífico y entretenido artículo. No conocía esa faceta del autor, tan descriptiva, idealista y epicúrea. Le pido que siga escribiendo y alegrándonos con sus escritos.
ResponderEliminarMuchas felicidades por tu artículo. Me ha encantado la belleza de las palabras del mismo. Gran relato!!!
ResponderEliminarCristina Cao
Me ha encantado como siempre, por tu forma ágil de escribir que convierte lo cotidiano en literatura. En espera de tu nuevo artículo. Un abrazo, María Jesús
ResponderEliminarAlberto tu ingenio solo es superado por tu mirada ancha de la vida. Gracias compañero!
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