Las visitas guiadas a los museos suele realizarse en grupos, mas o menos numerosos, en las que se indica a los visitantes los pormenores de las obras expuestas. En ocasiones, debido a la afluencia del público, podemos llegar a contemplar solo parcialmente un cuadro o escultura detrás del parapeto de otro visitante mejor situado. Para facilitar la información suelen ofrecerse también audioguías en las que, a través de los auriculares, se nos brinda una explicación sucinta de las obras de arte expuestas. Los turistas suelen adquirir al abandonar el recinto guías y postales para ampliar el conocimiento real de todo lo observado.
Hace unos meses tuve ocasión de contemplar en horario nocturno, formando parte de un grupo reducido, el Guernica de Pablo Picasso (1881-1973) que se exhibe desde 1992 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía ubicado en Madrid.
Me sorprendió al inicio que nuestro pequeño grupo se desplazara directamente desde la entrada a la sala 206 ubicada en la segunda planta del edificio. La luz tenue que iluminaba el espacio donde se exhibe en solitario la obra, y el silencio interrumpido solo por la voz pausada de la joven guía con sus puntuales y detalladas observaciones, enmarcaban la extraña experiencia de imaginar un diálogo con la obra expuesta.
Según indican los expertos, el Guernica, que tiene un formato de 349,3 x 776,6 cm, debe contemplarse desde la derecha hacia la izquierda, en un itinerario visual que relata la crueldad de la guerra. El cuadro ha suscitado numerosas y polémicas interpretaciones, circunstancia a la que contribuye la voluntaria eliminación del lienzo de cualquier tonalidad ajena a la grisalla. Un cuadro de estas características en color es probable que no tuviera en el espectador el mismo efecto que el Guernica consigue actualmente; el mismo Picasso señaló que deseaba que el cuadro expresara “oscuridad y brutalidad”. La ausencia de color permite otorgarle al cuadro estos atributos esenciales a la obra.
Al analizar su iconografía uno de los estudiosos de la obra, Anthony Blunt, divide a los actores de esta composición piramidal en dos grupos, el primero de los cuales está integrado por tres animales: el toro, el caballo herido y el pájaro alado que se aprecia tenuemente al fondo, a la izquierda. Los seres humanos componen un segundo grupo, en el que figuran un soldado muerto y varias mujeres: la situada en la zona superior derecha, que se asoma por una ventana y sostiene hacia fuera una lámpara; la madre que, a la izquierda del lienzo, grita llevando al hijo muerto; la que entra precipitadamente por la derecha; y finalmente la que clama al cielo, con los brazos alzados, ante una casa en llamas.
Al concluir la visita permanecí rezagado unos minutos, quedándome a solas frente al imponente mural de Picasso en una reflexión íntima que imaginé junto al autor. El sonido de los pasos apresurados de la guía, que reclamaba mi presencia para abandonar el museo, rompió la magia de esos instantes que conservo como un grato recuerdo en mi memoria.
Un cuadro impresionante comentado por un guía apasionante, no se olvida: un lujo.
ResponderEliminarQue lujo de detalles, ojalá hubiera visitado el Guernica contigo, lo hubiera apreciado mejor. Mercita
ResponderEliminarBuenos días Alberto:
ResponderEliminarCulto, claro y fresco, delicioso como siempre.
Un fuerte abrazo
Alfonso Iñigo
Tuve el placer de compartir esa experiencia contigo y fue un lujo y un poco magico poder acceder al museo de noche y verlo desde una perspectiva totalmente distinta a la habitual. Y q decir de tu comentario sobre el Guernica, una explicación fresca y especial de una situación especial. Un apapucho
ResponderEliminarGracias Alberto, muy bien expresado tu sentir, arropado por la noche. Visita con nocturnidad y sin alevosía. 🤭 !perdón por la bromita!
ResponderEliminarQué pincelada tan majestuosa a un momento y a un cuadro tan especial.
ResponderEliminarGracias de nuevo Alberto.
María Jesús