En mi juventud solía ir en verano a la playa en compañía de un grupo de amigos y amigas, entre los que se encontraba Vivian de la que conservo un grato recuerdo. En una ocasión me comentó de forma inesperada que yo tenía un pie egipcio, dato que me sorprendió ya que nunca había pensado entonces que existía una clasificación académica de la forma del pie humano. En todo caso, me sentí halagado que una chica que me gustaba en ese despertar de la adolescencia se hubiera fijado en mis pies, aunque hubiera preferido que hubiera prestado atención a alguna otra característica de mi anatomía. Yo siempre me fijaba en los ojos de ella, que brillaban de forma diferente, o eso me creía, cuando estábamos juntos.
Para contrarrestar esa información insólita indagué sobre el origen de su nombre, poco común en aquellos años, y descubrí en el Internet de aquella época que era la Enciclopedia Espasa, que Vivian es un nombre femenino que procede de la lengua celta y tiene el significado de ser “la pequeña”, nombrándose así a la hija de menos edad de la casa, como era el caso de ella ya que tenía una hermana mayor que se llamaba Judith, a la que tenía que invitar a bailar después de hacerlo con su hermana para que la madre vigilante no sospechara que tenía una relación estable con su hija pequeña. Cosas de la época, difíciles de entender en la actualidad.
La forma de los pies es un rasgo propio de cada persona, que puede clasificarse según su nivel morfológico en tres tipos: el egipcio, el romano y el griego (ver imagen supra). En el pie egipcio, el tamaño de los dedos es decreciente, siendo el primer dedo el más largo disminuyendo hasta el quinto dedo. Se le considera el más bonito, pudiendo contemplarse ese diseño en las estatuas de los faraones. En el caso del pie romano todos sus dedos presentan la misma longitud; y la característica del pie griego consiste en que el segundo dedo es el más largo, y según opinan los podólogos, su diseño puede provocar un dedo en martillo que necesitaría en algunos casos de una cirugía. Los fabricantes de calzado suelen utilizar como modelo la forma del pie egipcio que es el tipo de pie más común.
Sospecho que al concluir la lectura de este breve artículo algunos de mis lectores se descalzarán para examinar la forma de sus pies, situación que me parece interesante y divertida. Gracias, y no olviden de ponerse después los calcetines o las medias.
Buenos días Alberto:
ResponderEliminarAcadémico, entrañable y cristalino, como siempre.
Un fuerte abrazo
Alfonso Iñigo
Querido Alberto: el afán de clasificar es inagotable: hace muchos años, en ARCO, me tropecé con una escultura de una cabeza de niño mofletudo y con orejas de soplillo, que llevaba el título de Cabeza de Niño Español Gordo. Dios nos libre de un nieto así. Un abrazo.
ResponderEliminarPS Mi pie es griego
Cuántas anécdotas tienes para sorprendernos, a la vez que aumentas nuestros conocimientos de forma amena. Nos adentras en un momento de tu vida, en el que te imagino bailando, sintiendo... Gracias. María Jesús
ResponderEliminarEnhorabuena por esos tres años soy su fiel lectora de sus artículos muchas gracias
ResponderEliminarQue gracioso me ha parecido lo de los pies, enseguida me quité las sandalias para observar mis pies definitivamente es un pie egipcio todos de mayor a menor gorditos pues parecen salchichas y el dedo gordo del pie es feo y chato como el de la canción mis hermanos siempre me Chi traban con ese dedo ya no me lo veo tan feo pero siempre me lo miro a ver si ha cambiado un poco.
ResponderEliminarSimpático y curioso, Alberto. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarMe ha encantado saber que soy descendiente de Cleopatra...
ResponderEliminarEs muy curioso el tema de los pies; los míos corresponden al pie griego. Me ha llamado mucho la atención. Siempre se aprende algo. Gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy interesante, Alberto. Yo desde hace muchos años sé que tengo un pie griego porque, cuando era joven, todos mis amigos se reían de ese dedo tan largo de mi pie, hasta que un día en un Museo vimos una pintura de una virgen renacentista con unos pies igualitos que los míos. Mis amigos comentaron entonces: ¡Mirad, los pies de Chus!, y a partir de entonces todos respetaron la forma de mis pies. Un besazo.
ResponderEliminarYo me descalcé... el mío es romano.
ResponderEliminarQué simpático artículo. Reconozco gran parte de mi cuerpo y precisamente los pies no me habían interesado más que para comprarme calzado. Ahora sé, a mis 54 años, que son del grupo egipcio. Curioso.
ResponderEliminarEn mi caso sin duda tengo un pie griego y hace años que lo sé al igual que Chus, y es verdad que a veces he tenido problemas con el calzado y de eso da fe el estado de la uña de mi segundo dedo, que ha sufrido en otrora mi bípidestracción con botas camperas y con esos zapatos con la punta que hace daño a la vista ,y a algún que otro glúteo. Ya sabes que me gusta la antropología y al respecto te diré que dentro de unos miles de años, probablemente, el sapiens habrá prescindido de los dos pequeños dedos, que en muchos casos ,no son más que un mero colgajo.
ResponderEliminarUn abrazo Alberto y nos vemos el próximo año para que se conozcan nuestros pies